¿El comportamiento, la obediencia y el prestar atención?
¿El comportamiento, la obediencia y el prestar atención?

¿El comportamiento, la obediencia y el prestar atención?

Daniel 1:3-8 TLA (Obediencia)
«El rey Nabucodonosor quería tener a su servicio gente joven y bien parecida, que no tuviera ningún defecto; además deberían saber de todo. Por eso ordenó que, de entre los prisioneros israelitas, le llevaran los jóvenes más inteligentes y de las mejores familias. Durante tres años, esos jóvenes comerían y beberían lo mismo que el rey; mientras tanto, estudiarían y aprenderían el idioma y la cultura de los babilonios. Pasado ese tiempo, ellos entrarían a servir en el palacio del rey. Aspenaz, jefe de los que servían en el palacio, se encargaría de cumplir las órdenes del rey. Entre los que fueron llevados al palacio del rey estaban cuatro jóvenes de la tribu de Judá. Se llamaban Daniel, Ananías, Misael y Azarías, pero el jefe de los sirvientes del palacio les cambió el nombre.

A Daniel le puso Beltsasar, a Ananías le puso Sadrac, a Misael le puso Mesac, y a Azarías le puso Abed-nego. Daniel decidió no comer ni beber lo mismo que el rey, porque para él eso era un pecado. Por eso le pidió a Aspenaz que no los obligara a pecar ni a él ni a sus amigos, comiendo esos alimentos.«

Daniel

Daniel, un joven que pertenecía a unas de las familias pudientes de Juda, abruptamente fue arrancado de la comodidad de su familia, de sus amistades, de su pueblo, de todo cuanto él estaba acostumbrado a vivir… para ser sometido a esclavitud.
Sin embargo, en la Palabra de Dios no encontramos queja alguna de Daniel, todo lo contrario, en medio de los procesos siempre vemos en Daniel: obediencia, crecimiento y madurez como respuesta.
Aunque sabemos que Dios cuidaba de Daniel, también notamos como Daniel hacía su parte de prestar atención, mantenerse en obediencia y comportarse adecuadamente en cualquier asunto. Revisemos estos 3 puntos:

1. Comportamiento

«Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse.» (Daniel 1:8)

Ante algo que nos disgusta, no nos gusta, no nos parece, ante la disciplina, ante una instrucción, ante una advertencia (entre otras) reaccionamos con:

  • ¿Faltas de respeto?
  • ¿Indiferencia?
  • ¿Gritos?
  • ¿Rabia e ira?
  • ¿Frustración?
  • ¿De manera agresiva o violenta?
¿Cómo reaccionamos?

Pese a que Daniel «propuso en su corazón«, es decir, «estaba decidido» a no hacerlo, él primero intentó hablar de ello y tratar de buscar una solución, por ello «pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse.» y por esta razón fue que:

«puso Dios a Daniel en gracia y en buena voluntad con el jefe de los eunucos; y dijo el jefe de los eunucos a Daniel: Temo a mi señor el rey, que señaló vuestra comida y vuestra bebida; pues luego que él vea vuestros rostros más pálidos que los de los muchachos que son semejantes a vosotros, condenaréis para con el rey mi cabeza. Entonces dijo Daniel a Melsar, que estaba puesto por el jefe de los eunucos sobre Daniel, Ananías, Misael y Azarías: Te ruego que hagas la prueba con tus siervos por diez días, y nos den legumbres a comer, y agua a beber. Compara luego nuestros rostros con los rostros de los muchachos que comen de la ración de la comida del rey, y haz después con tus siervos según veas. Consintió, pues, con ellos en esto, y probó con ellos diez días.» (Daniel 1:9-14)

¿Te imaginas que le hubiera pasado a Daniel si luego de proponer esto en su corazón, se hubiera comportado mal?

Comportarnos bien siempre trae sus beneficios:

«A estos cuatro muchachos Dios les dio conocimiento e inteligencia en todas las letras y ciencias; y Daniel tuvo entendimiento en toda visión y sueños. Pasados, pues, los días al fin de los cuales había dicho el rey que los trajesen, el jefe de los eunucos los trajo delante de Nabucodonosor. Y el rey habló con ellos, y no fueron hallados entre todos ellos otros como Daniel, Ananías, Misael y Azarías; así, pues, estuvieron delante del rey. En todo asunto de sabiduría e inteligencia que el rey les consultó, los halló diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en todo su reino.» (Daniel 1:17-20)

2. Prestar atención

«En el segundo año del reinado de Nabucodonosor, tuvo Nabucodonosor sueños, y se perturbó su espíritu, y se le fue el sueño. Hizo llamar el rey a magos, astrólogos, encantadores y caldeos, para que le explicasen sus sueños. Vinieron, pues, y se presentaron delante del rey. Y el rey les dijo: He tenido un sueño, y mi espíritu se ha turbado por saber el sueño. Entonces hablaron los caldeos al rey en lengua aramea: Rey, para siempre vive; di el sueño a tus siervos, y te mostraremos la interpretación. Respondió el rey y dijo a los caldeos: El asunto lo olvidé; si no me mostráis el sueño y su interpretación, seréis hechos pedazos, y vuestras casas serán convertidas en muladares.» (Daniel 2:1-5)

Cuando debemos tener nuestros sentidos en una situación o una persona:
  • ¿Nos distraemos con facilidad?
  • ¿Solemos tenemos muchas cosas en nuestra cabeza para comprender lo que se nos dice?
  • ¿Tomamos nota?
  • ¿Lo posponemos o lo dejamos para última hora?
  • ¿Priorizamos?

Sabemos que Daniel estaba involucrado en asuntos del rey (Daniel 1:19-21), así que debía estar atento a los asuntos que sucedían en su entorno, por tanto, esto le ayudó a reaccionar a tiempo ante la publicación del rey:

«Y Daniel entró y pidió al rey que le diese tiempo, y que él mostraría la interpretación al rey. Luego se fue Daniel a su casa e hizo saber lo que había a Ananías, Misael y Azarías, sus compañeros, para que pidiesen misericordias del Dios del cielo sobre este misterio, a fin de que Daniel y sus compañeros no pereciesen con los otros sabios de Babilonia. Entonces el secreto fue revelado a Daniel en visión de noche, por lo cual bendijo Daniel al Dios del cielo.» (Daniel 2:16-19)

¿Te imaginas que le hubiera pasado a Daniel si no hubiera prestado atención al edito del rey?

3. Obediencia

«Todos los gobernadores del reino, magistrados, sátrapas, príncipes y capitanes han acordado por consejo que promulgues un edicto real y lo confirmes, que cualquiera que en el espacio de treinta días demande petición de cualquier dios u hombre fuera de ti, oh rey, sea echado en el foso de los leones. Ahora, oh rey, confirma el edicto y fírmalo, para que no pueda ser revocado, conforme a la ley de Media y de Persia, la cual no puede ser abrogada. Firmó, pues, el rey Darío el edicto y la prohibición.» (Daniel 6:7-9)

A los apóstoles cuando se les prohibió que no hablaran de Jesús, ellos dijeron

«Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres.» (Hechos 5:29)

dado que ellos debían mantenerse en obediencia a lo que Jesús les había encomendado (Marcos 16:15; Mateo 28:19), y por si fuera poco la Palabra nos insta a

«Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros.» (Filipenses 4:8-9)

Teniendo en cuenta lo anterior, las instrucciones, principios y normas que recibimos de la Biblia y las que nos han dado nuestros padres:
  • ¿Las hemos olvidado porque estamos en un lugar diferente?
  • ¿Las obviamos porque ahora tenemos nuestras propias normas?
  • ¿No las tenemos presente porque nuestro entorno nos dice que hagamos lo contrario?
  • ¿El hacerlas significaría parecer anticuados?



Por obvias razones, Daniel prefirió mantenerse en obediencia hacia nuestro Padre Celestial y

«… entró en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo solía hacer antes.» (Daniel 6:10)

y pese a que lo echaron en el foso de los leones pudo expresar:

«Mi Dios envió su ángel, el cual cerró la boca de los leones, para que no me hiciesen daño, porque ante él fui hallado inocente; y aun delante de ti, oh rey, yo no he hecho nada malo.» (Daniel 6:22)

¿Te imaginas que le hubiera pasado a Daniel si no se hubiera guardado en obediencia a nuestro Padre Celestial?

Ahora, ¿Qué hemos aprendido de la vida de Daniel? ¿Servirá de algo el comportamiento, la obediencia y el prestar atención? Nunca es tarde para empezar…

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Dios te continúe bendiciendo y que sigas teniendo un excelente día en Cristo Jesús!

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